Me cuenta un amigo de otro amigo. Que fue a una constelación familiar porque empezaba a haber demasiados accidentes en la familia: enfermedades, coches que atropellan, etc. Demasiadas casualidades, al parecer. Y en la constelación surgió que no sé que abuelo o bisabuelo había matado indígenas en américa y era como si los indígenas se rebelasen ahora haciendo enfermar o atropellar a sus niños
Para mi amigo (el primero), economista él y poco dado a veleidades esotéricas, nada mejor que este ejemplo para zanjar de un plumazo su interés por este trabajo que a mí me lleva tantas energías y, hasta cierto punto, la vida. Pero bueno, a otros les da por recoger basuras… Yo creo que ante él solo me salva el que los amigos son aquellos que tratan de rescatar la mejor versión de uno mismo y por eso todavía se fía algo de lo que hago.
Pero a mí no me extraña su escepticismo y prevención. Y es que con esto de las constelaciones se ha caído en una ilusión cognitiva tremendamente habitual en los seres humanos. Mi gran maestro Matthias Varga von Kibbed la ha resumido en su famoso principio:
“El dolor de cabeza no significa falta de aspirina”
Wittgenstein daba un ejemplo todavía más abrupto de esta ilusión:
Si tengo ganas de comerme una manzana y salgo a la frutería a por ella y por el camino se me acerca un hombre y me atiza un puñetazo en el estómago de manera que repentinamente se me pasa el hambre, ¿Quién diría que lo que yo necesitaba era, no una manzana, sino un golpe en el estómago?
Esto que todos entendemos perfectamente aplicado a este u otros contextos parecidos, sin embargo, se nos escapa cuando se trata de otros asuntos. Yo le he oído a Hellinger pegar duro contra el psicoanálisis comentando irónicamente que los psicoanalistas se pasan años y años con un cliente, tratando de desmenuzar un hecho pequeño como que un día la mamá no fue a buscar a su hijo al cole y hacen de este acontecimiento la causa de todos los males que acechan a su cliente. Pero luego él (o no él, si los que le han seguido) parece que caen, de otra manera, en la misma trampa cuando son los indígenas (o mejor el abuelo que los mató) la causa de lo que ahora está ocurriendo.